Ayer, 3 de Abril de 2008 se presentó en Madrid John Zorn con el proyecto Moonchild (Mike Patton, voz; Trevor Dunn, bajo; Joey Baron, batería; Zorn, al control de sonido). Hacía casi 14 años (2-5-94) que Zorn no era invitado a la capital de Reino. Desde aquel concierto en el San Juan, en el que tocaba el saxo al frente de una de las primeras formaciones de lo que luego fue la Electric Massada (con Medewsky, Martin & Ribot) su música ha sonado en varias ocasiones y siempre en el San Juan(Music for Children, 18-11-99, inolvidable William Winant; Astaroth, con el Jamie Saft Trio, 11-3-07, compartiendo repertorio con Dylan), pero en su estricta ausencia. La presencia de Zorn como representante máximo de la nueva ortodoxia es habitual, no ya sólo en medio mundo (importante la carta blanca que le dedicarán este verano en la Cité de la Musique parisina), sino en nuestra propia españaña: Sevilla, A Coruña y Barcelona acogen con frecuencia los diferentes proyectos de Zorn. En Madrid, sin embargo, han tenido que pasar casi quince años (una generación!) desde la última vez.
El contexto de Moonchild: la fantasía de la frustrada colaboración entre Artaud y Edgar Varese; los escritos de Alisteir Crowley, y la relación entre la composición (ritual), la improvisación (magia) y el rock. Y Patton, claro. Patton sustituye en las giras americanas de Naked City a Yamatsuka Eye y entra en contacto con nuevo universo musical. Este universo es explorado en profundidad por el propio Patton en diferentes proyectos, entre los que destaca Fantômas (¡qué de temblores, estremecimientos y hasta desmayos provocó en sus apariciones en Madrid!). Zorn se mira al espejo que es Fantômas y de ahí sale Moonchild.
Ayer hicieron el primer libro del proyecto, repertorio idéntico al que presentaron en la Sala Apolo de Barcelona a finales de 2006, pero mucho más vivido y desarrollado. Para el bis, la Litany IV del libro de Heliogabalus (la Sequenza para voz del siglo XXI?). Y los problemas de comunicación con el público se hicieron entonces insoportables. Si a lo largo del concierto buena parte de la audiencia se lo pasaba de perlas lanzándo al cantante apoyos verbales ("venga, Miguelito, échalo todo!", "Miguel, maricón!", "oe, oe, oe!", etc.), la Litany IV fue destrozada por el público...o mejor dicho, troceadada. Al menos en cuatro ocasiones se interrumpió el fluir de la pieza, una de las veces incluso por parte de los iluminadores de la sala. Aquello parecía una fiesta... de pueblo.
Comentario obligado: los agradecimientos a Sergio y su Arco y Flecha por su insistencia, dedicación y compromiso.